Etimología de Niñez

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Este vocablo que designa a la etapa de la vida humana que comprende desde el nacimiento hasta la pubertad se conformó a partir de la expresión ninno, usada en el castellano antiguo, y ésta a su vez procedió del latín ninnus. En ambos idiomas se usó en relación a los niños y a todo cuanto tenga que ver con la fase inicial de la vida del hombre, tal y como lo usamos en la actualidad.

Este período se caracteriza no solamente porque en él ocurren el crecimiento, los cambios físicos, y el desarrollo psicosocial sino también por una gran dependencia del niño respecto de los padres, quienes están a cargo de su protección y educación, especialmente en los primeros años, aproximadamente hasta los tres o cuatro en que inicia la vida escolar, y a partir de allí se suman los maestros.

Proteger a los niños: prioridad y obligación

Este derecho de ser cuidado que disponen los niños está consagrado en la Declaración de los derechos del niño que aprobaron por unanimidad los estados miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en noviembre de 1959, incluso, la misma entidad animó la creación de un día dedicado a honrarlos, jornada que sigue vigente en la actualidad.

En el preámbulo de la proclamación se hace referencia justamente a la vulnerabilidad que la persona presenta naturalmente en esta etapa de su vida a razón de su falta de madurez mental y física, y por tanto requiere de cuidados especiales y de protección legal.

La misión de esta manifestación de derechos fue contribuir a que los niños tengan una infancia feliz más allá de cualquier contingencia, y obligar a padres, autoridades, y otros actores sociales a que reconozcan y hagan respetar esos derechos.

ONU y UNICEF dos pilares en la protección

Tres décadas después, la ONU, aprobó la Convención de los Derechos del Niño cuya principal diferencia con la declaración es que su observancia es obligatoria y en caso de no respetarse se aplicará un castigo a quien corresponda.

La no discriminación por ninguna condición diversa, la protección contra cualquier tipo de abuso, explotación o abandono, el goce de oportunidades y de beneficios como la seguridad social, educación, atención médica, vivienda, recreación, la recepción de amor, comprensión, son algunos de los derechos que consagra este documento de alcance universal.

Antes de dicha declaración, en 1946, ONU, creó UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la infancia) un organismo que se convirtió con el tiempo en un referente en las materias de asistencia y desarrollo infantil en los países menos desarrollados.

En sus inicios dirigió su acción a los chicos más desvalidos durante la posguerra europea y luego extendió su programa de ayuda humanitaria al mundo entero y en especial a aquellas zonas donde hay más vulnerabilidad infantil.

En 1965 su trabajo fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz.

No siempre se los protegió…

Ahora bien, debemos destacar que esta idea de resguardo y la atribución de un estatus de privilegio para el niño es una concepción absolutamente moderna que difiere muchísimo del trato, el reconocimiento de derechos, y el lugar que el niño tuvo en la antigüedad.

En la Antigua Roma, el pater familia, era el jefe del grupo familiar, donde podía haber o no relaciones de consanguinidad, y todos sus descendientes, sin excepciones, le debían sumisión, e incluso hasta podía disponer de sus vidas.

Existía un tradicional ritual que consistía en colocarle a los niños recién nacidos a los pies y si este los alzaba implicaba su reconocimiento e inclusión en el clan, mientras que si no lo hacía eran llevados a un lugar donde terminaban siendo ofrecidos como mano de obra esclava.

Por otra parte, no podemos soslayar la relevancia que se le han atribuido a los hijos, especialmente varones, en las diversas monarquías europeas, como consecuencia que esos niños significaban la continuidad de la dinastía y por ende del poder.

Muchos niños nacidos a instancias de estas coyunturas padecieron infinidad de problemas físicos y psíquicos por la presión de la que eran objetos a tan temprana edad como herederos de un reino o imperio, algunos inclusive recibían esa responsabilidad ya en la niñez.

Y ni hablar de los riesgos vitales que corrían por ser objetos de intrigas palaciegas y de inescrupulosos que se querían quedarse con el poder y entonces planeaban crueles asesinatos contra niños.

Uno de los casos más emblemáticos ha sido el del monarca inglés Enrique VIII, que gobernó Reino Unido en el siglo XVI, y quien directamente se obsesionó con tener un heredero varón y en función de ese objetivo se casó seis veces, no le tembló el pulso a la hora de deshacerse de las esposas que no pudieron darle dicha descendencia masculina, y ni hablar de la degradación a la que sometió a sus hijas, la futura Isabel I y María Tudor, ni bien nacieron, por su condición de mujeres, y porque no cumplían con la ley vigente transmisión de derechos dinásticos.

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