Su referencia corresponde al latín virtus y sobre éste se distingue una raíz en vir, asociado a la valentía del guerrero, en este marco exclusivo del género masculino, teniendo en cuenta que en el mundo grecorromano la mujer tenía un papel secundario y, en consecuencia, sus cualidades humanas pasaban a un segundo plano. No obstante, evolucionaría hacia una pluralidad para contemplar las virtudes a nivel general.
La idea de virtud la asociamos a una cualidad moral concreta, como la generosidad, la justicia, el coraje o la solidaridad. Decimos que una persona es virtuosa cuando posee distintas cualidades morales.
En el pensamiento aristotélico
Los griegos tenían un término para describir la conducta virtuosa, areté. En este sentido, se consideraba que alguien poseía la areté cuando su comportamiento ético era excelente en algún sentido.
Para Aristóteles la ética es un saber práctico que favorece la armonía y la convivencia entre los individuos. Por otra parte, su ética tiene un planteamiento teleológico, ya que la conducta correcta es aquella que busca un fin. El fin último de cualquier ser humano es alcanzar la felicidad y para lograr tal objetivo es necesario cultivar la areté, es decir, la excelencia en el comportamiento.
En el planteamiento ético aristotélico hay una propuesta concreta para alcanzar la conducta moral excelente, el término medio o mesotés. Así, si tomamos como referencia la idea de valentía, habría dos comportamientos extremos: la actitud del cobarde y la actitud de quien asume un riesgo excesivo o irracional.
Entre ambas posiciones hay un equilibrio o punto medio que representa la auténtica valentía. El mesotés de Aristóteles expresa una idea muy arraigada en la cultura occidental: la virtud se encuentra en el término medio.
En el cristianismo
En la tradición cristiana las virtudes son las cualidades del alma que nos impulsan a obrar correctamente. Sin embargo, no todas ellas tienen el mismo rango, ya que existen las virtudes teologales y las cardinales.
Desde lo religioso se observan tres pilares: fe, esperanza y caridad. La fe nos permite confiar en la palabra de Dios, mediante la esperanza confiamos en que Dios nos proporciona todos los medios para lograr la felicidad y a través de la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y, al mismo tiempo, amamos al prójimo como a nosotros mismos.
Por otro lado, las virtudes cardinales o fundamentales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Como es lógico, la conducta viciosa o pecaminosa aparece cuando el individuo se aleja de estas referencias fundamentales (por ejemplo, en el pecado de la gula no se tiene la fortaleza necesaria para dominar el impulso de comer).
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Referencia APA
Benjamin Veschi, 12/2018, en https://etimologia.com/virtud/