Etimología de Sabiduría

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Está contruído a partir del verbo saber, visible en el latín como sapĕre, y el sufijo -ía, que actúa para moldear considerando relación con el adjetivo sabidor, conjugando el verbo sapĕre y el sufijo -tor, vinculado a sabio, observado en el latín sapĭdus trabajando sobre el verbo sapĕre y el sufijo -ĭdus. Contempla una manifestación de conocimiento dado particularmente por la experiencia vivida, proporcionando herramientas de valoración e interpretación.

Bases del saber: Estudio, dedicación, experiencia y cautela

Ahora bien, la sabiduría no implica un simple y sencillo conocimiento sobre una materia o tema sino que reviste un saber detallado y profundo que solamente es asequible a través del estudio y de la experiencia, y que sí o sí para su logro demanda de una cuota de moderación.​

Para adquirir un saber concreto es imprescindible esforzarse y orientar la acción en ese sentido, nadie nace experto en algo sino que los conocimientos se logran a partir de la experimentación y también de la observación de un maestro, entre otras fuentes.​

Valoración y protección de los ancianos considerados fuentes de sabiduría

Tradicionalmente se les atribuye esta cualidad a individuos adultos, cercanos a la ancianidad, porque se presume que son ellos, con ese largo recorrido de la vida que han tenido, que almacenan una infinidad de conocimientos y destrezas.​

Por el contrario, un individuo joven, puede demostrar una gran sagacidad e inteligencia en el conocimiento y resolución de determinadas cuestiones, sin embargo, la experiencia que aportan los años vividos suma pericia y marca una diferencia sustancial respecto de aquellos que recién están caminando sus primeros pasos de la madurez.​

A razón de esta consideración es que en muchas culturas, especialmente en la oriental, a los ancianos, se les asigna una erudición natural, provista por los años, y por tanto se los respeta, se los consulta, y se los considera una referencia a la hora de tener que evacuar dudas o de necesitar conocer algo con la autoridad y seguridad de aquellos que se sabe, saben.​

En este sentido es que es recomendable, cuando se tiene una inquietud respecto de alguna decisión, acercarse a las personas mayores, un abuelo por ejemplo, quien nos aconsejará sobre la base de sus experiencias, que por supuesto incluirán aciertos y desaciertos, siendo estos últimos de los que más se aprende. ​

La sensatez nos predispone al éxito y evita el fracaso

Por otra parte, la prudencia es una virtud inherente a la sabiduría y que predispone favorablemente a la hora de juzgar, conocer, y de pensar.

Bajo su “mando” seremos guiados por el sentido común, la racionalidad, y la sensatez que nos ayudarán a la hora de sacar conclusiones, de discernir entre lo bueno, lo malo, la verdad o la mentira, evitar peligros, y lograr los objetivos propuestos, entre otros. ​

Sin lugar a duda la sabiduría ha sido una de las cuestiones más abordadas y que más interesaron a los hombres de todas las culturas, desde el inicio de la humanidad.​

Sócrates y Confucio: dos emblemas de la sabiduría cuyas enseñanzas siguen vigentes

Los griegos, por ejemplo, le atribuyeron una enorme importancia que se aprecia en los abordajes de los diversos filósofos sobre el tema, e incluso, en el ideal griego prevaleció la búsqueda en este sentido.​

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La propia cultura griega, además, es destacada de entre otras por la sabiduría que supo cosechar y transmitir, respondiendo una infinidad de cuestiones que hasta ese momento aparecían con una incógnita.​

Uno de los filósofos pioneros en la materia, Sócrates, sostenía que el fin del conocimiento humano es primero conocerse a sí mismo y de esta manera se abre el camino hacia el conocimiento trascendental. ​

Además, le atribuyó un papel especial a la virtud, siendo que para él sabiduría y moral iban de la mano.​

Fue maestro de Platón, y este último de Aristóteles, en tanto, los tres están considerados como los símbolos de la filosofía y la sabiduría de la Antigua Grecia.​

En su directa contribución a la consecución de la sabiduría promovió el método socrático que se basaba en la búsqueda de ideas y conceptos nuevos a partir del debate entre dos interlocutores que aceptan o rechazan los argumentos que cada cual va virtiendo en sus turnos de exposición. ​

Anterior a Sócrates cronológicamente, ya que vivió en el siglo IV A.C., mientras que el primero lo hizo un siglo después, Confucio, es indudablemente uno de los emblemas de la sabiduría oriental.​

Este notable pensador, elevado a la categoría de sabio, creó la doctrina del Confucianismo que ejerció una gran influencia y docencia en la formación de dirigentes políticos a quienes adiestró en el ejercicio de un buen gobierno.​

Coincidió con Sócrates en promover la virtud como base del buen saber y las buenas acciones y asimismo procuró difundir la protección de la cultura, las tradiciones, el estudio, la meditación, el respeto de los mayores y de los antiguos sabios orientales, la tolerancia, y la bondad. ​

Tenia la firme convicción que solamente la convivencia armónica genera una sociedad próspera, justa y sabia.

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