Tomado del idioma caló, se instala a principios del siglo XIX en Argentina y su vecino Uruguay ante el fenómeno migratorio europeo, al respecto del arte del diálogo, entendiéndose como una forma para convencer a partir de un sinfin de promesas que quedarán perdidas en el tiempo, conquistar el corazón de la dama o decorar una charla con elementos exagerados, distorsionados o directamente falsos. No es otra cosa que endulzar un mensaje buscando alcanzar un objetivo, pudiendo contemplarse como una técnica de engaño.
El verbo se expresa como chamuyar, marcado por el sufijo -ar, indicando pertenencia, y el adjetivo en chamullero, influenciado por el sufijo -ero, en función del comportamiento, y originalmente se lo encontraba también expresado como chamullar, tal como se lo incluye en la RAE desde su décimonovena entrega, de 1970, limitándose al sentido de hablar. El romanista alemán Max Leopold Wagner (1880-1962) lo documenta en 1924 como una composición resultado de las formas del caló, chapurrear, en alusión a expresarse incorrectamente mezclando componentes de distintos idiomas, y muy, que hace referencia a la lengua.
En la histórica revista argentina Caras y Caretas, en su edición 467, de 1907 (*imagen abajo), se lo cita en el contexto de la parodia de un discurso en el cual el protagonista remarca que iniciará acciones sobre los temas que expuso para demostrar que no es un chamuyo, es decir, que sus dichos no son una mentira.
Caras y Caretas, Nro. 467, 1907
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Referencia APA
Benjamin Veschi, 06/2020, en https://etimologia.com/chamuyar-chamuyo/