Etimología de Suicidio

Erica Guilane-Nachez

Se registra recién en el latín moderno como suicidium, formado por los elementos latinos: sui, indicando a uno mismo, y el sufijo -cidium, que plantea un asesinato, asociado al verbo caedere, que refiere a matar explícitamente.

Es posible observar numerosos términos vinculados al verbo caedere, para distinguir un determinado tipo de situación: homicidio (en latín homicidium), parricidio (en latín arricidium), genocidio (neologismo basado en el griego génos, por clase, y -cidium), o infanticidio (en latín infanticidium).

Un tema que históricamente ha sido valorado como un tabú

El suicidio ha sido y es un tema tabú por diversos motivos. En primer lugar, porque atenta contra la propia vida, el valor más preciado que existe. No hay que olvidar, por otra parte, que en el cristianismo se afirma que no somos dueños de nuestra propia vida, pues pertenece a Dios. Los medios de comunicación no suelen publicar noticias sobre este episodio trágico, ya que de esta manera se evita el efecto de imitación de potenciales suicidas.

Los familiares de quien se quita la vida pueden ser estigmatizados y para evitar la vergüenza esconden la verdadera realidad de lo ocurrido. Desde lo psicológico, las personas allegadas al suicida pueden sentirse culpables. Por último, se trata de un asunto tabú porque no resulta agradable abordar la cuestión de la muerte.

Esta conducta moralmente «inaceptable» es, sin embargo, una realidad. De hecho, en la población entre 15 y 29 años es la segunda causa de muerte y se calcula que unas 800.000 personas en todo el mundo se quitan la vida cada año.

Los últimos momentos en la vida de Sócrates

En la mayoría de casos el suicidio de una persona representa el final de una trayectoria vital marcada por el sufrimiento o por la derrota. Esta premisa general no se cumplió con el filósofo Sócrates, quien acabó con su vida con absoluta serenidad y sin ningún ápice de angustia.

En el 399 a. C Sócrates fue juzgado por una asamblea del pueblo por una doble acusación: introducir nuevas divinidades entre los atenienses y corromper a los jóvenes. Detrás de estos motivos había un claro intento de silenciar al filósofo.

Durante el juicio Sócrates no mostró ningún arrepentimiento y tampoco se disculpó. En sus palabras ante el tribunal se limitó a decir que lo único que había hecho a lo largo de su vida era buscar la verdad e intentar mejorar la condición moral de los atenienses. El jurado que le condenó le declaró culpable por un estrecho margen de votos. La condena que le impusieron era tradicional en su época: tenía que beber cicuta para quitarse la vida.

A pesar de la condena, sus amigos más cercanos tenían un plan de fuga para salvarle la vida. Cuando se lo comunicaron, Sócrates rechazó la propuesta y eligió libremente el camino del suicidio. Antes del desenlace final reunió a sus amigos y les habló con absoluta tranquilidad sobre la inmortalidad del alma. Luego, bebió la cicuta y en pocos minutos murió.

Sus momentos finales quedaron inmortalizados en el diálogo «Fedón» de Platón.

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