Aparece en el latín tardío como protocollum, al respecto del griego bizantino en prōtókollon, como nombre dado a envoltorio sobre un rollo de papiro una vez que esté sellado para preservarlo y permitiendo reconocerlo externamente, constituido por prōtos, que remite a primero, regido por la referencia indoeuropea *per-, por anterior o adelante, y kolla, señalando la cola para poder adherir.

Intuitivamente es posible apreciar la relación, a nivel lingüístico, entre el protocolo a nivel informático y diplomático y, por extensión, a la significación de base como una serie de reglas estrictas en pos de un correcto proceder. Se documenta su uso a partir del siglo XVI en referencia a los documentos que contenían los acuerdos puestos por escrito al final de las negociaciones diplomáticas. Se extiende a posteriori como referencia a un código al que un individuo, una institución, o país adhiere, para contemplar, finalmente en época victoriana, las disposiciones entorno a la etiqueta social.

Un protocolo informático, por su parte, tiene registro en 1966, en función de las especificaciones que permiten que dos o más sistemas puedan entenderse. Por ejemplo, los protocolos de red, como el TCP/IP sobre el que se rige Internet, para que sistemas informáticos heterogéneos se comuniquen para enviar y recibir datos.

En el mundo de la informática y la tecnología, hay diversos protocolos, cada uno de los cuales tiene una función determinada y actúa además en un nivel específico. Por ejemplo, existen protocolos que trabajan a nivel físico, definiendo voltajes, conexiones, y tipos de cables, mientras otros se clasifican entorno al software.

El modelo OSI (Open System Interconnection) es un modelo de referencia para los protocolos de red, el cual ha sido adoptado tanto por la Unión Internacional de Telecomunicaciones, como por la Organización Internacional de Normalización. Dicho modelo propone siete capas que van desde el apartado físico hasta las aplicaciones, en cada una de las cuales debe ser desarrollado un protocolo propio.