Etimología de Alegría

Ryszard Stelmachowic

Se ubica en el latín vulgar alĭcer, alĕcris, y su forma alegre, como adjetivo, se puede apreciar en alăcer, traduciéndose como suspicaz o entusiasta. Describir un sentimiento no es una tarea sencilla. El latín más clásico nos impulsa a pensar en un movimiento, una persona animada, que se mueve o que adquiere una velocidad. La rapidez es una manera de darle protagonismo a esa idea de transformación de un ser hacia la vibración, la felicidad que demuestra.

Una manifestación exterior de un sentimiento interno

La alegría se relaciona con el bienestar, forma parte de los sentimientos positivos. Las palabras indican determinados estados, los gestos son destacables y la energía se modifica. En su opuesto, la tristeza, todo ello se reduce.

Para los científicos no es más que una serie de procesos bioquímicos que va tomando forma a medida que se producen cambios en el exterior. Una forma de manifestar capacidades que se gestan para ofrecernos lo mejor de una salud integral. En medicina existen innumerables estudios que relacionan la alegría con una forma de proteger determinados órganos expuestos a este “movimiento” que afecta al cuerpo y a la mente.

En psicología se observa la alegría como un estado de excitación interior, un placer que produce felicidad y expande todo lo positivo que guardamos de dentro hasta fuera. Las personas que están demasiado pendientes de transmitir ese sentimiento son más bien pocos, pero contagiosos. Algunos expertos han realizados estudios sobre el poder de una sonrisa.

Ron Gutman ha sido de los primeros científicos en recopilar esa expresión del ser humano tan ligada a la alegría la sonrisa. En 2011 un estudio de la Wayne State University centrado en las fichas de más de 1.000 jugadores de baloncesto determinó que aquellos que se ríen tienen una esperanza de vida mayor, pasaban de una media de 72 años a casi 80.

Una pincelada de amarillo

Dentro de los estudios destinados a definir la alegría y convertirla en una vertiente física de un sentimiento abstracto, existe la teoría de los colores de Max Lüscher

El ser humano identifica el mundo exterior a través de una serie de colores que inciden directamente en su estado de ánimo. Mantenerlo en sentido positivo y energizante, deja que la alegría permanezca durante más tiempo. Es una manera de conseguir que nos sintamos mejor. Esta comprobado que los días de sol son los que más tasas de felicidad y alegría ofrecen.

Países en donde las latitudes no permiten la llegada de este astro son los que tienen un índice de depresión y de tristeza más elevados. La doctora Aarohee Desai-Gupta estudia estos efectos en Reino Unido, un país que se caracteriza por tener pocas horas de Sol al año. La Universidad de Southampton va un poco más allá afirma que un 90% de los ingleses experimentan cambios de humor cuando pasan de una estación más soleada a otra más oscura.

Asimismo, con la intención de reproducir aquella calidez del sol, y por ende, lograr un efecto social de contagio, quien quiere nutrirse y/o manifestarlo físicamente suele vestir colores vivos, destacando en este contexto el amarillo. La diversión y el entretenimiento también poseen un cierto matiz colorido, no se entiende una fiesta sin brillos intensos que permitan conectar a unos y otros.

Para algunas religiones la alegría y la felicidad van de la mano en un interés creciente para ofrecer la paz mental

El budismo es una disciplina que a través de la meditación y la plegaria busca encasillar la felicidad. La alegría es el sentimiento necesario para poder conectar con los demás. Al igual que ocurre con los científicos sociales que hablan del poder de la sonrisa, el budismo lo relaciona con la felicidad.

Una manera de conseguir ese estado es cuidando nuestro propio bienestar y el de los demás, a través del amor y la compasión. Abrir la mente para llegar a este estado es uno de los objetivos de esta religión. Buscando la tan anhelada paz mental que asume el control directo de nuestras decisiones y nos conecta con un todo universal.

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