Tanto el español, como el alemán vegetarier y el francés végétarien lo adaptan a mediados del siglo XIX en base a la referencia del inglés vegetarian, registrada como tal en 1842, en la revista británca The Healthian, enfocada a la psicología y nutrición, no obstante, el término ya se utilizaba socialmente como lo deja implícita la cita, en la cual se ironiza y ciertamente se critica esta decisión de vivir, describiendo que resulta inútil decirle a un vegetariano sano que su dieta es poco amigable con las necesidades de su naturaleza, y que contraría a la razón (*ver pasaje original al pie). Existiría una referencia previa, correspondiente a las experiencias de la escritora británica Frances Anne Kemble, en su Journal of a Residence on a Georgian Plantation in 1838-1839, cuya publicación recién ocurre en 1863, en la cual la autora manifiesta que, si hubiera tenido que ser su propia cocinera, inevitablemente habría tenido que tornarse vegetariana. Luego, en 1847 se constituye en Ramsgate la Vegetarian Society (Sociedad Vegetariana), instalando y popularizando definitivamente la propuesta.

La semántica responde a la conjugación de los elementos del inglés vegetable, procediendo, del mismo modo que lo hace el español vegetable, del latín tardío vegetabĭlis, en el sentido de crear o desarrollar la vida, al respecto del latín medieval en vegetalis, asociado al latín vegetāre, interpretándose como estar con vida o ser viviente. Acompaña el sufijo inglés -ian, sobre la raíz latina -ārius, actuando en la atribución de la adjetivación como de la sustantivación según el caso. Por su parte, el sustantivo vegetarianismo está regido por el sufijo -ismo, que le asigna carácter de corriente.

Ser vegetariano significa nutrirse y mantener la plenitud de su vida a partir de los elementos que le proporciona el reino vegetal, incluyendo excepcionalmente los huevos y la leche, así como los derivados de la misma, tal es el caso del queso, prohibiendo absolutamente el consumo de carnes.

The Healthian, 1842