Etimología de Herejía y Hereje

Juulijs

A partir de su forma adjetiva, se lo reconoce en la lengua romance occitano como eretge, al respecto del latín tadío en haeretĭcus, sobre la raíz del griego hairetikós, limitándose a la idea de tomar una decisión en el pensamiento y/o actuar propio con respecto a un orden establecido. La valorización de la connotación religiosa que presenta el término en la actualidad difiere del sentido profano original debido a un proceso de sacralización.

Se entiende por herejía a una creencia controversial que entra en abierto conflicto con un dogma fundamental o principio regente preestablecido

Si nos fundamos en sus raíces el término denota la opción elegida por un individuo o grupo que lo separa de la creencia establecida por el canon primordial que reina en una doctrina o grupo de creencias.

La connotación de traición, blasfemia o injuria que emerge desde el término en nuestra contemporaneidad, se debe al peso valorativo que recae sobre su concepción ante el uso recriminativo por parte de los dogmáticos u ortodoxos representantes de una creencia, sobre todo aquel que por decisión no cumpla a cabalidad o se separe de los fundamentos doctrinales de la cultura o de la religión.

Es importante resaltar que el sentido originario se inclina hacia la connotación de elección voluntaria y no hacia la perspectiva de apostasía.

En cuanto al carácter histórico, podemos señalar algunos puntos de inflexión que determinan su comprensión

En cuanto a la connotación religiosa de separación debemos remontarnos a los concilios ecuménicos del cristianismo donde, en los concilios de Nicea y de Nicmomedia (año 317) se establece que toda creencia que contradiga los dogmas de fe del canon cristiano-católico de la iglesia que rige el papado deben ser conocidos como herejías, es decir, interpretaciones opuestas a las sagradas escrituras. Tal fue el caso acontecido con la designación de Arriano como hereje y del arrianismo como herejía en el siglo IV.

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Desde estos primeros concilios diversos sacerdotes-filósofos, como San Agustín, Abelardo, Santo Tomás, entre muchos otros, destinaron algunas de sus obras a combatir las tendencias heréticas como el arrianismo y el maniqueísmo.

Otro punto de inflexión lo encontramos en el Tribunal de la sagrada congregación de la romana y universal inquisición, mejor conocida como Santo oficio o Sagrada inquisición, donde en los siglos XV y XVI atacaron las creencias y cultos no cristianos principalmente en la península ibérica del Renacimiento cuyos devastadores efectos se extendieron hacia las colonias del nuevo mundo apresando, enjuiciando y muchas veces aniquilando a los considerados herejes.

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