Etimología de Cipayo

Calin Stan

Aunque el origen de su denominación viene del Imperio Otomano, en el cual las tropas de Sipahi (de donde viene el término español cipayo y otras denominaciones en las lenguas europeas como el inglés sepahi o el francés cipaye) eran soldados de caballería, muchos de ellos reclutados entre los bereberes del norte de África, las tropas que más fama han hecho del término han sido los indios al servicio del Imperio Británico.

Su denominación tiene un origen etimológico en el persa, idioma en el que viene a denominar genéricamente a un soldado.

Los turcos otomanos conocieron bajo este nombre a tropas tanto propias como nativos de otras partes de sus dominios, de etnia distinta a la turcomana, pero que servían a los intereses del Imperio.

Algunos dirían mercenarios, pero su consideración dentro del escalafón militar y social imperial era más bien similar al de los caballeros medievales.

Probablemente, el vocablo cipayo en sus diferentes versiones idiomáticas fue adoptado por las lenguas europeas en algún momento del siglo XIX, en pleno auge del colonialismo, para denominar las tropas nativas reclutadas por la metrópoli.

Aquí ya no importaba si estos soldados iban o no a caballo, ya que normalmente eran tropas de a pie, soldados rasos cuya oficialidad procedía de la metrópoli.

Todas las potencias coloniales reclutaron tropas de aquellas naciones a las que colonizaron, por varias vías, como explotando las rencillas tribales y nacionales favoreciendo a una tribu en detrimento de otra. Normalmente, se nutrían de reclutas de la tribu favorecida.

Aunque fueron varios los países que mantuvieron tropas en servicio con esta denominación en sus posesiones coloniales, como Francia, los más famosos fueron los cipayos indios al servicio del Imperio Británico.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que la India británica (la “joya de la corona” del Imperio) no hubiera sido posible sin el concurso de estas tropas, pues los británicos nunca llegaron al subcontinente asiático en un número suficientemente significativo como para hacerse con su control luchando contra todas las distintas naciones que existían en los siglos XVIII y XIX en lo que hoy es la India.

El ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales estaba formado, así, en su mayor parte por tropas nativas con oficiales británicos europeos.

Las tropas nativas, los cipayos, al servicio del Imperio Británico no siempre fueron dóciles y obedientes; la revolución india de 1857 empezó como un motín de cipayos.

Estos se rebelaron contra las injustícias del dominio de la Compañía Británica de las Indias Orientales, que poco a poco se había ido haciendo con el control del territorio indio.

Este proceso fue acompañado de prácticas racistas y vejatorias por parte de los oficiales europeos de la Compañía. Aplicando la máxima “divide y vencerás”, los británicos fueron favoreciendo a unas determinadas nacionalidades y clanes de la India frente a otras y, una vez habían acabado con la amenaza, entonces se encargaban de subyugar a quienes les habían ayudado.

Ello produjo una acumulación de resentimiento en todas las clases sociales del subcontinente, incluyendo a la soldadesca cipaya al servicio de la Compañía. En esta última, la tensión estalló en mayo de 1857, y no pudo ser apagada por las fuerzas británicas hasta mediados de 1858.

La rebelión de los cipayos supuso un golpe mortal a la Compañía Británica de las Indias Orientales.

Asustados por la posibilidad de perder el dominio del país (la “perla” del Imperio), las autoridades británicas disolvieron la Compañía y tomaron las riendas directamente del territorio.

El detonante de la revuelta fue religioso y relacionado con una nueva arma.

El nuevo fusil de avancarga que se distribuyó a las tropas utilizaba un cartucho de papel protegido por una membrana engrasada. Entre las tropas corrió el rumor de que dicha grasa provenía de vacas y cerdos, una comida prohibida y animales tabú para hindúes y musulmanes.

El mal ambiente entre británicos e indios hizo pensar a los cipayos que esto era directamente para humillarlos, y pese a que los responsables de la Compañía de las Indias Orientales se apresaron a desmentir los rumores, la tensión acabó estallando.

Una vez sofocada la rebelión, la represión fue brutal, con ejecuciones masivas que incluían formas tan atroces como ser atado a la boca de un cañón y después dispararlo.

El efecto era que el cuerpo quedaba literalmente destrozado. Además, el espectáculo era altamente desmoralizador para quien lo presenciaba (ya era esa la intención).

Tras la disolución de la Compañía, su ejército también pasó a integrarse con el británico, pero no se abandonó la designación de cipayos para las tropas nativas indias, que combatieron para los británicos en las dos guerras mundiales hasta la independencia de su país, en 1947.

Debido a su naturaleza de ser un soldado nativo al servicio de un poder colonial, el término cipayo también ha acabado convirtiéndose en sinónimo de “traidor”, “vendido” o “mercenario”.

Ha sido esta la denominación que, por ejemplo, han dado elementos radicales de los independentismos vasco y catalán a aquellas personas de tales naciones que han servido a España en puestos de responsabilidad.

Esta denominación ha podido ser vista en algunos grafitis y es utilizada en el lenguaje coloquial, si bien su uso es bastante residual.

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