Su origen le pertenece al lunfardo carcelaro (denominado particular y culturalmente tumbero) de la Argentina, re-ordenando las sílabas de abanico para configurar co-a-ba-ni, eliminando el segundo de los cuatro componentes por una cuestión fonética, para referirse a los guardiacárceles, asociando el manojo de llaves que los oficiales cargan durante los recorridos por los pasillos, y a partir de esto último se lo extiende a las rondas policiales en general señalando a los efectivos en la calle, principalmente a modo de alertar su proximidad.