Se lo reconoce en el latín imbecillis, que se puede deconstruir con base en el prefijo im-, variante de in-, trabajando como agente interior, con cuidado de no confundirlo con un componente negativo (como por ejemplo en impaciente, en latín impatiens, impatiēntis, para remitir a que ‘no tiene paciencia’), y becillis, forma diminutiva de bacŭlum, que remite a báculo, sobre la idea de ‘apoyo’, ‘bastón’, o ‘cetro’, con raíz en el indoeuropeo *bak-, por ‘bastón’. En su esencia, imbecillis adjetivaba a alguien frágil, ya sea de inteligencia como de capacidad física, y que, de este modo, necesitaba cierta asistencia, con una particular asociación con los jóvenes y su falta de conocimientos, exponiendo la necesidad de contar con un soporte.
En el pasado, ahora en desuso y con fuerte rechazo social, imbécil señalaba discriminadamente a personas que tenían ciertas deficiencias o dificultades mentales. En el contexto moderno, se utiliza principalmente como insulto, para describir a una persona que tiene un comportamiento que atenta contra valores y/o normas culturales, demostrando falta de sentido común.
Dentro de las asociaciones de palabras y la influencia de componentes etimológicos, se destaca Bacilo, que se utiliza para designar cierto tipo de bacterias alargadas, tomando su nombre del latín bacillus, por ‘bastoncillo’, diminutivo de baculum, por ‘bastón’, como analizamos, debido a la forma biológica presentada, similar a un pequeño bastón. Este término médico ilustra cómo la ciencia ha adoptado raíces latinas para clasificar y describir el mundo natural, en este caso, vinculando la forma física de las bacterias.
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Referencia APA
Benjamin Veschi, 02/2024, en https://etimologia.com/imbecil/